¿Cuántas veces hemos oído/leído eso de “escuchar al cuerpo”?. Pues, partiendo de la base de que estoy de acuerdo, lo que hay que definir a partir de aquí es de cuántos decibelios tiene que ser el grito que nos dé para que le hagamos caso.
Está claro que sin descanso el cuerpo no regenera y, si no regeneramos, pues ni asimilamos entrenamientos ni estamos preparados para poder hacer el siguiente con garantías. Pero, aparte de los profesionales, y son contados los que pueden leer este blog ;-), ¿cuántos de nosotros podemos concentrar más de un tercio de nuestro día en nuestro descanso?. Así que tenemos que decidir. Tenemos que tomar una decisión sobre qué parte del descanso sacrificamos por poder entrenar un poquito más, teniendo en cuenta siempre que tenemos un límite de aguante dentro de este intento de balancear nuestra carga VS asimilación.

Como ya he dicho, si tuviera que hacer caso a mi cuerpo, no entrenaría casi nunca. Quizá solo los fines de semana. ¿Quién puede decir que no está cansado después de levantarse a las 6:30 después de poco más de 6 horas de sueño (no por gusto, sino porque llegando de entrenar a las 23-23:15, a poco que quieras cenar, pasas de la media noche seguro), ir a trabajar, volver a casa a las 17:30, hacer la compra/poner lavadora/limpiar/o demás quehaceres domésticos, y, ya teniendo suerte (y así lo considero porque otros ni siquiera pueden), sentarme 30 minutos para merendar?. Pues sí, estoy cansada. De hecho el sofá me mira con ojitos tiernos para que me espanzurre en él y me dedique a ver cualquier chorrada que haya en la tele o a leer un buen libro, como hacen muchos de nuestros congéneres. Pero si descanso, no entreno. Y si no entreno, no mejoro. Y si no mejoro, pues estoy menos contenta que si lo hago :-). Todo esto con el límite que me de la razón, por supuesto.
Pero esta es mi situación. Aunque, en general, todos estamos cansados. Incluso si estás acostumbrado a dormir 8 horas y siesta, algún día has dormido menos por lo que sea, pues estás cansado. ¿Acaso no puedes entrenar porque tu cuerpo se está quejando?. Pues sí o no, cada cuál tendrá que evaluarlo. De hecho yo ahora me planteo cómo lo hacía los dos años pasados cuando salía de trabajar a las 19-20h como pronto (así que ahora estoy encantada, que parece hasta que tengo tiempo libre :-)). Como sabéis, además, no nos gusta el descanso total. Quizá no estemos acostumbrados o quizá nos dé miedo pasarnos de perreo, que hoy empiezas con un día y con el “por un día no pasa nada”, al final te metes en una espiral de no hacer nada en la que más de uno ha caído alguna vez (y, oye, que tampoco pasa nada si es lo que has decidido hacer). Sí que creo que 1 día a la semana de descanso es necesario, pero mi voto va al “descanso activo” en vez de al “descanso total”, que además sienta mucho mejor, regeneras más fácilmente y matas el gusanillo del “no hacer nada” aparte de dejarte el resto de la tarde libre para cubrir otras necesidades.
Otra cosa además es los entrenamientos a nivel físico. Cuando cargas, y cargas y cargas más, no puedes tener buenas sensaciones entrenando. Es imposible. En estos años he conocido a más de un “campeón de entrenamientos”, que entrenando van como motos, porque van “demasiado descansados” y compitiendo van exactamente igual lo que, según mi punto de vista, pues no tiene gracia. La gracia es entrenar bien para competir mejor, ¿no?. Y, para eso, algunos días son duros, te duelen las piernas y los tiempos de las series se te van. A veces te dan ganas de bajarte de la bici porque los cuádriceps te están estallando y solo estás subiendo una cuestecita un poquito larga. Otros días incluso no puedes terminar en entreno y recortas el final. A veces el agua parece barro y no hay quien avance o vas hundido como si colgaran plomos de tus tobillos. Pero esto es normal. Y, no solo es normal, sino que es hasta bueno porque, cuando llegue la hora de competir, con el descanso previo (el famoso tappering), el día clave vas como una moto. De hecho empiezo a pensar que las sensaciones entrenando y compitiendo tienen una relación proporcional inversa: cuanto peores son las sensaciones entrenando, mejores son compitiendo (hasta cierto punto, claro, siempre exagerando un poco) y al revés.

Pero claro, entrenar cargado es duro. A todos nos gusta ir ligeros… así es una gozada entrenar. Y es ahí donde entra en juego la mente. Y la mente es poderosísima. Todo depende de hasta dónde estamos dispuestos a llegar. Todos tenemos que conocer los límites que nosotros mismos nos imponemos y, éstos, dependen de las circunstancias de cada uno (no es lo mismo si tienes 5 hijos reclamando tu atención o si vives solo y no tienes perro que te ladre ;-)) y de lo que pretendas conseguir. No es lo mismo el que hace esto por hacer un poquito de deporte y mantenerse en forma (que también tendrá que luchar por no encadenar muchos días seguidos de perreo y perder el hilo ;-)), que el que quiere hacer un IM para terminar, o pensar en clasificarse para Hawaii, o el que quiere clasificarse en Élite o acabar un tri olímpico.
Y, en base a esto, a todo esto, es como tienes que decidir los decibelios que das de margen a tu cuerpo para que grite antes de hacerle caso ;-). Eso sí, aclaro aunque creo que no sería necesario por lo evidente que es: siempre, siempre bajo un control (análisis periódicos, buena alimentación, suplementación si es necesaria, planificación de un entrenamiento con ciclos de carga y descarga, etc)