miércoles, 2 de noviembre de 2016

Crónica IM Kona 2016: Cap.2 - el gran día


El gran día

En pie a las 4 (que hablar de despertarme después de la nochecita en vela que me pasé sería mucho decir), desayuno, coge trastos y al Pier!. Pues cuando estamos a mitad de camino… ¡ay mi madre!!, ¡que me dejo las zapas de bici en el apartamento!!. Estaban dentro de la mochila al haber decidido en el check-in que las dejaría en los pedales en vez de en la bolsa, y tenía que llevarlas. Puffff…. Imaginad. Corre que te corre, con lo que soy yo, que me gusta llegar con muchíiiisima antelación a los boxes y lo lento que es todo allí entre que te ponen las calcomanías con el número, las bolsas, el pesaje que te hacen, que llegas a tu bici,…. Ufff. Un estrés. Lo único bueno es que con tanto agobio no me puse ni nerviosa por la competición.

La natación

Este año había 4 salidas: 6:25 PRO-M, 6:30 PRO-F, 6:55 AG-M y a las 7:10 las AG femeninas. Aquí hay una lección aprendida, y es que me metí en el agua según salieron los chicos para ir a coger sitio en el lateral derecho de la línea de salida, ya que supuestamente era más favorable la corriente, pero estar más de 10’ flotando en el agua en vertical moviendo las piernas cansa y encima te quedas pasmado. No creo que haya problema en meterse un poco más tarde y poder desplazarte a un buen sitio de salida (total, te van a pegar patadas igual…).

La esencia de Hawai. Me flipa esta foto.
Dan la salida y me llueven golpes por todos lados. Normalmente la batalla campal se acaba en unos 200-300 metros, pero aquí no… aquí de las 700 hay muuuchas que nadan a mi ritmo, así que me van apaleando casi hasta girar en el barco. Lo bueno es que como vas viendo pececillos de colores por debajo mientras nadas, compensas un poco el tormento. Total, que visto el panorama, pues me engancho a unos pies que me llevan cómoda y ahí me quedo. Cuando levanto la vista veo que parece que somos el primer grupo grande, así que ni tan mal.

Eso sí, cuando nos empezamos a chocar de bruces contra los chicos que comenzamos a adelantar con una diferencia de velocidad bastante importante, deja de ser agradable y cómodo, pero bueno, al menos no son demasiados… 

Salgo del agua en 1h01’ sin haber gastado mucho esfuerzo. A por la bici!



La bici

Desde que tengo mi flamante Powertap (hace ya 6 años), seguir una estrategia en bici resulta bastante sencillo. Jaime me había dado rangos de vatios diferenciados por tramos y más o menos coincidía con mi idea de tratar de llegar a Hawi con 150w, aprovechando que a esa hora todavía no pegaría mucho calor y picaba para arriba, y tratar de que la media final no bajara de 144w, que es mi media habitual de Ironman, compensando la ganancia de rendimiento de este año con el recorte de vatios que hay que meter cuando hace calor. 


¡Qué no falte la crema!
 
Pues puedo decir que lo clavé. 152w en Hawi y 145w poco antes de Palani. ¿Por qué digo esto?, porque cuando ya pasé en cruce del Energy Lab con la Queen K no pude más que dejar de pedalear para disfrutar en vivo y en directo de la carrera a pie de los Pro. Uno no puede pasar por allí y no pararse a ver ese espectáculo. Frodo, Kienle, Tim O’Donnel, Daniela Ryf, Anja Beranek,…

De todas formas, aunque cumplí el plan, no puedo decir que no fuera duro. Cuando soplaba el viento de frente (especialmente en la zona de Waikoloa) costaba muchísimo mover la bici, y cuando pegaba lateral, me costaba un imperio acoplarme por miedo a los bandazos. 



Se ha hablado mucho del drafting, pero ahí yo no puedo decir demasiado, ya que al tener la salida separada las chicas y ser bastantes menos que los chicos, no había mucha densidad. Sí que en un momento me pasaron 5 chicas en un claro grupo y en el siguiente penalty box ahí estaban.


Eso sí, tenía tanto miedo de que me lloviera una tarjeta sin comerlo ni beberlo, que por lo que me habían comentado era bastante común, que a falta de 12 metros igual dejaba 20m, y casi me centraba más en evitar a la gente que en hacer mi propia carrera, lo cual seguro que no me vino muy bien, amén de que “el drafting legal” (ir a esos 12 metros) siempre ayuda. Pero bueno, no me arrepiento para nada de la decisión, a pesar de la sobredosis de comer viento que me pegué.


Al final se hace bastante duro el segmento, entre el calorazo que se nota en el tramo de vuelta (que yo creo que se magnifica por el calor del sol en los campos de lava), el viento y el aguantar que te pasen constantemente quitándote las pegatinas (cómo anda la gente, madre mía). Pero ya ha terminado, tras 6 horitas justas pedaleando.


El maratón

Me bajo de la bici y en seguida soy consciente del globo que llevo. Me noto una temperatura corporal muy alta y siento que me va a estallar la cabeza. En ese momento ni lo pienso, pero puede ser que tuviera algunas decimillas y por eso me recalentara de más. No sé. El caso es que cuando la voluntaria de T2 me echó una toalla mojada en agua fría por los hombros, casi pude ver que salía humo. Me tomo mi tiempo para bajar la temperatura, hago un pis y a por ello.

En ese momento veo que salgo junto a Lucía, la animo y ya sabía que se perdería en la lejanía (vaya carrerón se marcó!). Salgo en lo que yo pienso que es tranquila (que no miro nunca el Garmin, pero viendo el archivo después no fue así del todo….) pero sigo notando mucho calor en la cabeza.


No era ni la milla 2 y yo ya sólo quería sentarme en el arcén y echarme a llorar. Pensaba en que me faltaban 40 kilómetros y, por primera vez en un IM, empecé a dudar de si podría acabarlo. Es ahí donde hay que tirar de coco y pensar que esto es el Ironman, que ahora te puedes sentir hecho una piltrafa y 20’ después ir como un tiro. Eso lo sé y es así. Así que a bajar el ritmo, al tran tran y a tirar de paciencia. Y, ante todo, nunca parar… correr aunque sea a ritmo de trote, pero si te paras o caminas, te llueven los minutos sin darte cuenta.

Me mojo en todos los avituallamientos intentando no mojarme los pies… hasta que una mujer que se vino arriba me encharcó entera con una manguera. En ese momento daba gustito, pero ya sabía yo lo que pasaría tras dos kilómetros de “chof chof”: ampollas al canto y no era ni el kilómetro 8. Pero bueno, solo es dolor, se aguanta y tampoco fue el mayor de mis problemas.

De hecho me iba encontrando cada vez mejor (menos mal), especialmente después de otro pipi-stop, y fui poco a poco aumentando el ritmo hasta Palani que, milagrosamente, pude subir corriendo, que no es poco. Al principio de la Queen K también me encontré muy bien, coincidiendo además con que se empezó a nublar un poco y al menos se podía respirar. Un poco más adelante me crucé con Jaime y chocamos nuestras manos, en un momento de gran emoción que recordaré siempre… somos un equipo.


Subiendo Palani trotando que no es poco

Hay avituallamientos cada milla y ahí viene lo que creo yo que es la clave de muchos males de tripa en Kona: que bebemos de más y nos encharcamos. Es verdad que la línea entre deshidratarse y encharcarse la tripa es muy fina, pero creo que hay que controlar la ingesta. Yo estuve bebiendo muchísimo más de lo que bebo habitualmente (que viene siendo lo que caiga en la boca bebiendo mientras corro), y en un momento fui consciente de que estaba generando una pecera estomacal. Afortunadamente lo pillé a tiempo y, bajando un poco el ritmo y bebiendo 1 vaso en vez de 2 e incluso menos, pude controlarlo antes de que fuera demasiado tarde.

Y así iba, a altibajos. En casi ningún momento me encontré “súper” como así ha sido en mis dos últimos Ironman, pero tampoco tuve que llegar a pararme ni caminar. Y allí hay mucha gente caminando, vomitando, haciendo eses, tirada en la cuneta de la Queen K,… impresiona muchísimo ver a esa gente tan fina, tan fuerte y tan preparada penando tanto. Kona is different.

Por desgracia no iba a poder “descansar” hasta la línea de meta, y tras hacer no muy mal el tramo del Energy Lab y el inicio de los ya últimos 10kms por la Queen K de vuelta a Kailua, antes de llegar a un avituallamiento, pego un chupito a mi botella de geles del Fuelbelt y cuando voy a coger agua para pasarlo, resulta que no tienen!! Que se les ha acabado!!!. “Ice, Gatorade, Cola… no water, sorry, ¡¡¿¿cómo que no water??!!. Tiro para adelante pensando que en 1 milla tendré otro avituallamiento, pero no llego… me da la vuelta al estómago y así terminaría los 5 últimos kilómetros, penando, con el estómago en la boca, y tirando de coco como pocas veces he hecho. Después, viendo las clasificaciones, vi que con lo que yo consideraba un churro de maratón (aunque luego el tiempo, 3h49’, no lo parece tanto), adelanté casi 250 puestos de la clasificación general, casi 50 chicas. Aquello es duro para todos.


Pero ahí está. La meta que llevo 12 años viendo en el ordenador a las tantas de la madrugada. El lacito de este regalo que está siendo el vivir esta experiencia. Y la cruzo tras 11h01’ de lucha en una explosión de emociones entre el llanto, la alegría, la risa... Una imagen vale más que mil palabras.







Y es en esa explosión en la que todo te viene de golpe a la cabeza. Esos "tú no podrás", "no entrenas lo suficiente", "has empezado muy tarde", "no eres lo suficientemente buena", pero también los "leerte me motiva para luchar por mis objetivos", "si tú puedes, ¿por qué no iba a poder yo?", sonrío recordando la foto de ánimo que me han mandado mis compañeros de trabajo.

Me acuerdo de todos los peldaños que hemos subido, pasito a pasito, de los muros que hemos derribado y también contra los que me he dado de bruces, saliendo endurecida, con alguna lección aprendida.

De lo duro que es a veces el día a día este loco que tenemos, pero lo bien que me lo paso, lo reforzada que sale mi autoestima, el chute de empoderamiento diario y el buen ejemplo que seguro que ya está captando mi pequeña Iria y que espero que le ayude a no rendirse, a luchar por aquello en lo que cree, a confiar en la fortaleza que tenemos las personas y que mucha gente no se atreve ni a explorar.

Orgullosa de mí. Orgullosa de mi familia. Orgullosa de lo que hemos construido y lo que seguimos construyendo.