Escalón

Voy a aprovechar que ahora me leéis unos cuantos ;-), para resolver una de las dudas que tengo sobre el entrenamiento de este deporte, las respuestas del cuerpo y el rendimiento. Son muchas las dudas que tengo, pero esta es especial, porque la experimenté en mis propias carnes y va en contra de lo que se supone que debería pasar.

En cualquier sitio puedes leer que el aumento del rendimiento con el entrenamiento es progresivo. Aunque lógicamente al principio las mejoras son mucho mayores, no dejan de tener más o menos esta pinta (si es que el rendimiento se pudiera cuantificar):

(vale, algunos me diréis que esto no es tan “así”, que si existen ciclos de 4 años y esas cosas, pero es por simplificar un poco ;-) ).

Pero el caso es que yo experimenté un escalón. Sí, como lo oís, un clarísimo escalón, así, de un día para otro.

Fue el primer año. Algunos ya sabéis que comencé a correr en septiembre de 2004, a nadar en diciembre de 2004 y con la bici en marzo de 2005. Y, al principio, como era de esperar con mi extenso pasado sedentario-fumador, era muy mala, malísima. Tan mala que entrenaba casi siempre sola por no incordiar (bueno, y porque Sergio no quería salir conmigo en bici porque decía que se aburría yendo tan despacio). Es verdad que competí bastante: crosses, duatlones, triatlones,… y siempre llegaba de las últimas (pero de las últimas con el coche-escoba detrás, no creáis ;-)), en incluso fuera de tiempo (claro que era normal y no me preocupaba lo más mínimo ;-)).

Esa primera temporada me “autoentrené” (por decir algo). Me leí un par de libros, me empapé bien de lo que se leía en los foros y entrenaba con algunas premisas no muy científicas, pero para empezar eran suficiente. Casi nunca doblaba, solía descansar algún día, nunca hacía series (solo rodar o cambios de ritmo), en la piscina todo era técnica (Total Immersion, ya sabéis… y patadita p’arriba y p’abajo no superarían ni los 1500 m/sesión en 2 sesiones semanales) y el volumen era discreto (aunque alguna semanita llegué a las 10 horas y, probablemente, alguna suelta incluso más).

Pero, aún con ilusión, era muy muy mala. Pero, un día de agosto/septiembre (si no recuerdo mal, porque yo supuestamente ya había acabado las competiciones y Sergio entrenaba para Guada) de repente dejé de ser malísima y lo dejé en mala simplemente. Comencé a completar los circuitos de carrera a pie habituales a una velocidad de 20-30”/km menos al mismo pulso, en la piscina pasé de ni oler a Sergio a aguantar su estela perfectamente y, en la bici, Sergio ya no sólo no se aburría conmigo, sino que en las cuestas le tiraba de la cuerda y le hacía sufrir un poquito ;-).

Y esto así, de un día para otro. Tanto es así que hasta Sergio me preguntaba si me había tomado algo, que no era normal jajaja.

Después de eso, en octubre, participé en el triatlón de Barcelona, que no podía desaprovechar ese escalón de mejora. Y, no solo no llegué de las últimas, sino que hice un meritorio 317º puesto de 373 participantes con 2h53’ (corriendo en 50’ cuando mi mejor marca eran 54’ y pico y casi casi nadando como Sergio y eso que él iba con neopreno y yo no). Alucinante.

Días después, cuando ya me puse en manos de Pablo Cabeza, me dijo que ese tipo de mejoras era muy normal en deportes como los lanzamientos, que mejoran en escalones, pero en triatlón no conozco a nadie que le haya pasado esto. ¿Conocéis vosotros algún caso?.

Yo no sé por qué paso, pero os puedo asegurar que es genial!!. A ver si hay suerte y se repite…