Estrés

Con este título no me estoy refiriendo a nada relacionado con el trabajo (que si, recién llegada de las vacaciones, ya estoy estresada, mal iríamos), ni al pasado follón navideño, ni siquiera al que me entra cuando pienso en todo lo que tenía que haber hecho durante las vacaciones que no me ha dado tiempo a completar, no. Me estoy refiriendo a nuestros entrenamientos en bici.

Como muestra un botón: salimos ayer por la mañana, tardecito, que hace mucho frío y además había que abrir los regalos de Reyes ;-). Según salimos Sergio dice: “el objetivo de hoy es no sudar, que con el frío que hace, nos podemos congelar”. Bien, pensé, un día tranquilito. Ilusa. Ya en el carril, la cosa iba un poco alegre, así que dejo mi siempre fugaz posición a la vera del machaca y vuelvo a mi lugar habitual con vistas preferentes a un panderete triatlético (porque sí, nosotros de en paralelo nada, porque eso significaría que o Sergio va muy suave o yo voy muy fuerte o ambas cosas a la vez, y eso a veces ocurre, pero lo normal es ir en fila, que así vamos al mismo nivel de esfuerzo los dos (nota para los puristas: este hecho está comprobado a nivel de pulsaciones, no a nivel de watios, que sería más exacto, pero más o menos también puede valer ;-)) y es la única manera de que ni yo muera ni él me tenga que ir esperando). Si ya sabía yo….

Al rato nos pasa una grupetilla que parece que llevan buen ritmo, y sin hacerlo a propósito, pero sin evitarlo tampoco, nos unimos a ella. El ritmo es asequible en el llano y algo exigente en la subidas… lo normal, vamos… se ve que viene esto escrito en la primera página del manual de grupetas ciclistas. Pero el objetivo de hoy lo acabamos de tirar por tierra: ya estoy sudando de lo lindo. Cuando llega la parte llana, la cosa se tranquiliza, y ya empiezo a ver a Sergio nervioso, así que, poco después, ya estaba diciendo: “¿les adelantamos?”. Y ya estábamos de nuevo: 2 minutos los dos en paralelo y de vuelta a mi lugar a la ruedina en cuanto al amigo le da por apretar.

Y ya, sin grupo que nos marque un ritmo tranquilo (que no quiere decir que no sea exigente a veces), empieza el estrés. Pim, pam, pim, pam… Sergio acoplado, Esther agarrada a las manetas, qué frío, pasamos a uno, pasamos a otro, llega la cuesta, o me pongo de pie o me quedo, pim, pam, pim, pam, y venga a pasar gente, y comienza el tramo favorable, pero seguimos pim, pam, pim, pam, sin descanso… Y cuando pasamos a algún grupillo, me corroe la envidia al ver que van de charleta, con un aire tranquilo aunque vayan rápido,… pero nosotros no, pim, pam, pim, pam, a toda leche, y saludo al pasar con mi vocecilla de ciclista pitiminí: “hola”, “hasta luego” y me miran alucinando y seguro que pensando “¿y esta loca toda enciscada de dónde sale?”. Total, 58km a 29,8 km/h contando un tramo urbano… vaya con el objetivo de no sudar.

Y es que es eso, que no lo definiría yo como durísimas estas salidas (lo duro es cuando llegan las series), pero es un estrés ir siempre rápido, jo, ¿no podemos ir de paseo alguna vez?. La excusa de Sergio es que hay que entrenar también el ir alegre en llano, que los tris suelen ser así. Habrá que hacerle caso. Lo malo de todo es que cada vez me puedo tomar menos revancha de estas cosas en la pisci, porque el amiguito está nadando de lujo (test de 1000 a 1’34”/100… ya puedo esforzarme para alargar mi reinado acuático un poquito más ;-)) y, si se cansa de mí, pues se descuelga y punto, pero yo en la bici no tengo esa facilidad.

Eso sí, que se prepare el amiguito porque en cuanto tenga la nueva bici (espero que este finde) y con las super-zapas con suela de carbono que me han traído los Reyes ;-), igual soy yo la que le lleva estresao a él ;-))).