Pálmaces

Mi querido Pálmaces, volvemos a encontrarnos… ¿podré vencerte este año?

Hace 2 años, en mi primera temporada y aprovechándote de mis escasos 5 meses de bici y no muchos más de las otras disciplinas o del deporte en general, me atacaste con gran maldad. Me dejaste disfrutar del agua, suave, tranquila. Me hiciste feliz en la bici, en mi viejo hierro, dejándome terminar entera mientras planeabas lo que me harías. Y, en la carrera a pie, me envolviste de alegría los 9 primeros kilómetros, por encontrarme tan bien, por creer que podría contigo… una hazaña en aquellos tiempos. Y, después, vino el palo. Un palo que me hizo caminar durante 3 kms y llorar, y no de alegría, cuando crucé la meta.

El año pasado pude contenerte un poco, pero tenías que hacerte notar… si no, no serías tú. Pero no, no me obligaste a caminar, pero sí a reducir mi zancada a la mitad por la presión que ejercías en mi diafragma. ¿Haces brujería?. Si es así, tienes mala suerte, porque no pudiste con mi optimismo y la idea de la buena natación y aún mejor bici. Pero a pie… sabes que a pie mi indefensión es mayor y de eso te aprovechas. Taimado Pálmaces.

Y este año vuelvo de nuevo a ti, como si aún no hubiera tenido bastante. Pero tengo que vencerte, tengo que lograrlo. Y este año sí. Te veo débil, estimado Pálmaces. Veo cómo caes postrado ante el ejército de triatletas que van a por ti, con mi misma idea. Parece que pierdes tu arma, tu fuego, tu calor, pero quizá sólo sea una ilusión y en realidad eso no signifique que pierdas tu fuerza. Tal vez solo quieras engañarnos, para darnos el zarpazo mientras estamos confiados, que de ese modo el dolor es mayor.

No, no podrás conmigo. Este año pienso vencerte. Prepárate, porque voy a por ti.