Hace unos meses me
apunté al Ironman de Copenhague (un poco in extremis) ya que, tras hacer
el IM de Gales y Kona, me apetecía probarme en un circuito rápido para
ver hasta dónde era capaz de llegar. Ya en 2012
participé en Kalmar, donde un circuito ideal, una climatología perfecta
y un buen estado de forma me ayudaron a llegar en 10:03, por lo que
pensar en un sub-10h no era nada descabellado… claro que ahora tengo
“algún condicionante extra” que me limita un poco
el entrenamiento, pero también es verdad que temporada tras temporada,
aunque sea a escaloncitos pequeños, he notado que mi rendimiento
mejoraba. Pero lo hablé con el jefe Jaime, que no lo vio imposible, y a
ello nos pusimos.
Debido al puzzle
tri-familiar, mi periodo de “relativa prioridad” no empezaba hasta
mediados de mayo, así que hasta ese momento iba haciendo lo que podía y a
partir de ahí, podía subir un poquito más la dedicación
pero, como veis en este resumen, con unos número más que discretos (al
menos comparados con lo que típicamente se entiende como entrenamiento
para Ironman (claro que ahí no se reflejan los 13 años de entrenamiento
continuado y estructurado que hay detrás)).
Reconozco que cada vez
que rellenaba una semana en la tabla y veía los números, me daban los
siete males, así que llegué un punto que decidí no mirar datos y
centrarme únicamente en mis sensaciones, que cada
vez eran mejores, y en los buenos entrenamientos que me estaban
saliendo. En la piscina parecía que había incluso subido un puntito más,
en la bici me encontraba fuerte, como mínimo manteniendo el nivel que
alcancé preparando Gales, y en carrera a pie los
ritmos estaban saliendo unos 10”/km mejores que el año pasado, que ya
mejoré también, así que me encontraba preparada para, al menos, intentar
el objetivo.
Mucha gente me
preguntaba por Kona, pero realmente no es algo en lo que quería pensar
en ese momento. No era el objetivo, pero si se daba la situación, pues
ya veríamos…
Tras unos primeros días
de vacaciones de verano familiares, viajamos a Copenhague con toda la
ilusión, pero ya con un poco de preocupación por las previsiones
meteorológicas. Jaime siempre dice que no gaste energía
en eso, pero no lo puedo evitar… ¿qué ropa me pongo?, ¿me cambio en las
transiciones?, ¿pongo las tapas-lenticular?, ¿y si pincho con las
dichosas “flint stones” (como las llamaron en la reunión técnica) que se
levantan con la lluvia??. Y esas dudas me perseguirían
hasta el mismo día de la prueba…
…que entre los mil
preparativos y demás ya ha llegado. Me coloco sin problema en el cajón
de natación de “gorros rojos < 1h” y nos van dando la salida de 6 en
6 cada 5”. Y esto del Rolling Start es un jaleo
para luego saber cómo vas (que, total, yo siempre voy empanada…), pero
para nadar es gloria bendita. Tras unos segundos nadando sola, ya se van
formando los grupos sin ningún tipo de violencia de por medio ;-), lo
que unido a que la laguna tiene agua clara
(y una vegetación submarina más que importante, que me dio más yuyu el
día que fuimos a probar el agua que el mismo día de la prueba), calmada y
con buena visibilidad, hace que, aun nadando a un ritmo fuerte, vaya
muy cómoda, lo que hizo que saliera del agua
en algo más de 56’. Vamos bien.
La T1 fue complicada (y
leeeenta). Ponerse los calcetines y los manguitos mojado y con las
manos frías nunca es tarea fácil, pero, aunque en ese momento lucía el
sol, sabía que no iba a ser así todo el día, así
que había que prevenir.
Ya en la bici,
comienzas con un tramo de enlace a un bucle al que hay que dar 2
vueltas. Yo siempre me tomo los primeros 10kms con muchísima calma,
tratando de entrar poco a poco en el pedaleo, la respiración,
la posición, sin comer ni beber nada (* más de uno se llevará las manos a la cabeza por esto, pero es muy importante dejar asentarse el estómago antes de meter nada, especialmente si es agua salada y hemos podido tragar algo) hasta que me encuentre más
estable. Ese tramo era realmente pestoso, con mucho giro, agujeros en el
asfalto, zonas de obras, pasillos entre edificios que montaban
corrientes de aire que te tiraban… muy incómodo.
Ya llegando al bucle,
la ida hacia el norte es una gozada. Buen asfalto, muy llano, pegado a la costa y un
viento que por esta vez pegaba desde atrás, así que a chupar acople y a
pedalear!. Pero claro, este tramo no es muy
largo y luego giras y empieza un recorrido por la campiña danesa, con
un asfalto terrible, continuo subeybaja, giros y más giros… y todo esto
con un ventarrón de cara y a veces lateral que en un giro me sacó del
carril y por poco no acabé empotrada en una
furgoneta que venía de frente. Uffff.
A ratos sale el sol,
pero el viento viene frío y esa zona es muy sombría, así que me estoy
quedando fría e, imagino que promovido por ello, me empiezo a hacer pis y
no soy capaz de “aliviarlo” en marcha (con
perdón), así que me toca esperar casi 20kms hasta el siguiente
avituallamiento para ir al WC (que, aunque parezca absurdo, estas cosas
me desconcentran bastante). Ahí se van unos segundos/minutos importante,
pero no había otra solución. Luego vi que además
me había adelantado otra chica que ya adelanté antes y tuve que volver a
adelantar que luego supe que era Mireia.
Ya es el km80 y veo que
voy a 156w medios, así que decido que tengo que levantar un poquito el
pie, que mi plan era hacer 148-150w (normalmente hago 141-144w, pero
supuestamente era un circuito rápido, así que
al tardar menos…). Sabiendo que podía correr bien, no quería
hipotecarme en la bici.
El viento es
insoportable y, además, aunque tiene muchas ventajas, el salir delante y
nadar rápido hace que vaya muy sola en la bici, porque los que me
adelantan lo hacen a un ritmo claramente muy superior al
mío, así que no me sirven de referencia. Se hace duro… pero por si esto
no fuera suficiente, ya en el siguiente bucle, hacia el km100, me cae
una chupa de agua espectacular. Voy calada hasta los huesos así que,
cuando llega el giro y me viene todo el ventarraco,
me quedo congelada. Menos mal que a ratitos asomaba un poco el sol y me
calentaba un poco, pero luego volvían las nubes y otro chaparrón… y
luego otro (aunque más suaves). Benditos manguitos y cubre-zapas, pero
aún así voy tan helada que hasta me duelen las
manos. Menos mal que en el último tramo ya empecé a ir con más gente
alrededor, entre ellos un chico del Triatlón Sanse que fue buena
referencia hasta la T2.
Durante la bici, como
siempre, mi único alimento fueron geles rebajados con agua en un
bidón, con un total de 300gr de HC (y casi que al final fui un poco
justa… para "la próxima" echaré 50gr más). Al
final llegué con 149w (2.7w/kg) y 0.72IF (que supusieron casi 5h30’),
así que cumplo con el plan religiosamente ;-).
La T2 era dentro de un
parking y estaba perfectamente organizada, lo que ayudaba a hacerla muy
rápido… salvo si tienes las manos como muñones por el frío y los pies
hechos una pasa. Otros cuantos valiosos minutos
gastados ahí (además de otro paso por el WC, que la vejiga con el frío
se ve que se me contrae jeje). Pero arranco a correr con la alegría de
ver que he completado la bici sin percances mecánicos y con las ganas de
comerme el Mundo en el maratón.
No tengo ni idea de
cómo voy de puesto de la general ni en mi grupo, pero intuyo que no voy
mal, ya que me han pasado pocas chicas en la bici (dos de ellas como
auténticas balas y otra más jovencita a la que
llevan bien pegada a la rueda otros dos chicos en lo que parece un
movimiento totalmente planificado que me cabrea muchísimo).
La maratón consiste en 4
vueltas y media, muy céntrica, con algunos tramos de adoquines y
bastante llana (salvando algunos puentes que hacían pupita). Como
siempre, los 2-3 primeros kilómetros centrándome solo
en coger frecuencia de zancada, estabilizando respiración y con el
freno de mano echado. Una vez pasan, ya voy entrando en “el túnel”,
encontrándome muy ágil, tanto que en esa primera vuelta tengo que ir
frenándome para no ir por debajo de 4:35/km, que luego
lo podía pagar.
Adelanto a dos chicas y
me adelanta otra que veo que es de mi grupo y a ella que me pego. La
aguanto unos kilómetros hasta que ella pierde fuelle y le vuelvo a
pasar. Buena señal.
¡¡Sonríe y aprieta!
Es la primera vez que
voy mirando el ritmo por kilómetro en el Garmin en una competición. No
había hecho muchos cálculos de tiempo, pero sabía que podía bajar de
3h30’ (mi anterior maratón más rápido fueron las
3h36’ de Kalmar) y las tiradas largas las había hecho en tormo a
4:40’/km, así que mientras rondara ese ritmo al menos hasta el medio
maratón, no me iba a preocupar. Lo que no hago es mirar el tiempo total
de carrera. Con esa bici más lenta de lo que preveía
por ese día de perros y esas lamentables transiciones, probablemente se
me iba a escapar el sub-10, así que no quería agobiarme y
condicionarme… quería hacer una buena carrera y terminar satisfecha,
sabiendo que mi rendimiento ha sido el tope que podía ser.
Me encuentro realmente
bien, con la única salvedad de que el pie derecho me duele bastante. La
inserción del tensor de la fascia plantar en el talón me ha dado algo de
guerra las últimas semanas, pero sabía que
no iba a ser limitante para el Ironman, aunque seguramente luego
terminara medio coja una temporada. Hacia el medio maratón el dolor es
bastante fuerte, así que decido hacer uso del botiquín de emergencia del
Fuelbelt, que además de las dos botellitas con
100gr de HC de geles en cada una, un par de compeeds, kleenex, y un par
de geles extra, llevo omeopreazol y antiinflamatorio, así que me los
tomo, no sin cierto miedo de ver qué tal sentaban al estómago, que
siempre intento evitar estas cosas.
Y efectivamente sientan
“regulín”, pero se pasa en un par de kilómetros y parece que baja un
poco la intensidad del dolor del pie, así que sigo apretando. Voy bien,
pero las piernas cada vez duelen más y más.
Sergio me anima y me da fuerzas para seguir apretando los dientes a
pesar de ese dolor que va en aumento (de hecho en lo único que pensaba era en el siguiente punto en el que le iba a volver a ver, que era lo que me daba alas!). Me adelanta una chica que luego
supe que era Mireia, que hemos ido casi toda la carrera mano a mano,
pero en esta ocasión no era mi ritmo y la dejé ir.
Las 1,5 últimas vueltas
a pie se hacen realmente complicadas, porque hay mucha densidad de
gente ya en el circuito y hay tramos realmente estrechos, así que voy
zigzagueando como puedo, con unos cambios de ritmo
que no es lo que mejor me viene en esos momentos. En todo el circuito
hay público y mucho ambiente, y eso ayuda, pero los ánimos de Sergio me
dan alas. Me dice que la tengo a tiro (“¿tener a tiro?, ¿a quién?, ¿a
una chica?, ¿el sub-10?”… yo como siempre empanada,
en mi túnel y a mi rollo).
Es impresionante lo que
puede aguantar el cuerpo humano si la mente le empuja con fuerza. Todo
mi empeño era en que no me subieran los kilómetros de 5’/km y, aunque
algunos se me fueron (muchos porque los avituallamientos
ya eran más complicados con el atasco, igual que correr entre tanta
gente), conseguía mantener más o menos el ritmo con bastante solidez.
Sabía que estaba haciendo una buena maratón, pero nunca imaginé que tan
tan buena!! (ni yo, ni Sergio ni Jaime… ni nadie
seguramente jeje)
A falta de 2-3
kilómetros ya sacaba las fuerzas de no sé dónde y apreté a muerte... y
cuando giro a meta y veo en el marcador 9:58:XX no me lo podía
creer!!!!, ¡¡¡voy a bajar de 10 horas!!!. La explosión de emociones
en esos momentos en los que cruzas la meta sabiendo que has dado todo y
que encima has logrado el difícil objetivo que te habías marcado no se
puede describir con palabras…
Pero es que cuando ya
consigo encontrar a Sergio, va y me dice que he quedado 10ª de la
general y primera de mi grupo!, ¿en serio???. Y es que tuvo durante toda
la carrera las RRSS a tope con el seguimiento (es
una máquina, cómo se lo curró ;-)), pero yo siempre prefiero correr sin
estar pendiente de esas cosas, que me gusta ir centrada en mi carrera.
Pero por lo visto adelanté a la que iba primera en los 2 últimos
kilómetros (sin yo ser consciente de eso, que ni
la vi con tanta gente), así que estuvo emocionante hasta el final.
Y después de la emoción
vino el dilema… ¿y qué hago con Kona??. Pero aunque para mí sea casi un
sacrilegio renunciar a lo que siempre he soñado, se impuso la razón y, a
8 semanas, habiendo estado el año pasado,
irme sola, tener que entrenar y correr otro IM, constándome un dineral y
con el estrés familiar que iba a suponer organizar todo en tan poco
tiempo, está fuera de toda lógica, así que renuncié a mi slot, no sin la
“cosilla” de pensar si tal vez nunca más seré
capaz de conseguirlo.
Y con esto cierro mi 5ª
Ironman sin dejar de sorprenderme de lo que somos capaces de conseguir
con esfuerzo, estudio y determinación, porque un Ironman,
afortunadamente, es mucho más que nadar, pedalear y correr.
Es entrenar bien sin lesionarte, manteniendo el equilibrio en tu vida
personal y familiar, es superar un reto cada vez que sales a hacer algún
entrenamiento clave, es adaptarte no solo a las distancias, sino
también a la técnica y la posición, es forjar la
mente casi más que el cuerpo con los duros entrenamientos, es meter
gasolina de calidad a diario con la nutrición y buscar la fórmula de
alimentación en carrera que te permita rendir al máximo sin problemas,
es saber que el cuerpo tiene que estar preparado
para lo que vas a hacer pero es la cabeza la que tirará de ti cuando
las piernas te duelan tanto que te piden a gritos que pares, es algo tan
grande que no puedes hacerlo sólo, sino que necesitas a un equipo a tu
lado… y yo tengo a los mejores ;-).
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