Sí, sí, habéis leído bien. Aquello no fue un triatlón, sino una emboscada en toda regla. Os cuento…
Llegamos el viernes a Córdoba, donde compartíamos hotel con nuestros compañeros Mapi y Raúl. Trotecillo de inspección, ducha, partido en la TV, buena cena a base de pasta y pizza casera riquísima y a dormir. La mañana del sábado, como siempre que se compite por la tarde, consiste básicamente en preparar cosas y ponerse nervioso… no hay más :-). Y más cuando llegamos a Posadas con la turra que hacía y empezamos a tener mucho más presente que íbamos a pasarlas canutas con el calor.

Bici al camión, autobús y al embalse. Más preparativos y, cuando nos queremos dar cuenta, 10’ después de que salieran las chicas de GGEE, a las 16:22, dan nuestra salida. Solo somos 12, así que nada de golpes esta vez, pero casi prefiero que me arreen a quedarme sola desde el minuto 1, que fue exactamente lo que pasó. Las boyas están a 750m, así que se hace largo el camino. Y encima me empiezo a achicharrar. Nos habían dicho que el agua estaba a 16ºC pero que, más adelante, llegaba a estar a unos 14ºC. Falso falsísimo. Eso no bajaba de 20ºC y entre el neopreno y el solazo en el cogote me sentía como en una sauna, qué horror (luego me dijeron que normalmente está fría porque abren la presa y corre el agua, pero que este año no había sido así y por eso era un caldito).

Giro las boya e intento llegar de vuelta a boxes, pero no tengo referencias y no veo nada, así que a saber qué recorrido hice. Y, para colmo, el gorro se me va saliendo y cada 50m tengo que hacer unas brazadas a un solo brazo para encajarme el gorro con la otra. Qué cruz. Ya he llegado casi al pantalán, pero no veo por dónde se sale del agua. No hay referencias ni nadie indicando, así que me paro y miro a ver por dónde se sale de ahí. Oigo, ¡aquí, aquí!!... y veo un huequillo entre la maleza con un camino de tierra. Pues por ahí será…
Salgo agobiadísima, T1 desastrosa para no variar y a la bici. Nos habían dicho que la carretera estaba bacheada y sucia, pero supuestamente la habían limpiado el día anterior, así que piensas, ¡bah, no será para tanto!. Pues no, no era para tanto… era para más que tanto. No es que estuviera bacheada, es que toda ella estaba hecha a base de agujeros, rajas y amagos de taponamiento de agujeros con pegotes de asfaltos suelto puestos de cualquier manera y rociados con gravilla. Cuando se sube, es incómodo, pero es que cuando bajas es un infierno. La bici me sonaba por todos sitios y empiezo a temer por la integridad de mis ruedas y, lo que es peor, por la mía propia, porque voy a saltos y derrapando con la gravilla.
Empiezo a farfullar improperios contra los organizadores, porque se me ocurren dos opciones: o que en su vida se han subido a una bici de carretera y, circulando por ese camino de cabras en su BTT se les ocurrió que era un buen sitio para hacer un triatlón, o directamente son unos sádicos, con todos mis respetos. Por lo visto años anteriores la gente se quejaba de que era muy llano y han querido endurecerlo, y a falta de alguien que nos vaya latigando por el camino, decidieron que que nos jugáramos el cuello por ese camino era una buena opción. Señores, por mí pongan las cuestas que quieran, e incluso repitan si quieren esos horarios infernales (que hacer un tri en verano en Córdoba a las 16h ya tiene su miga, ya) pero el peligro no es dureza.

En una de las bajadas me pasan Marketa y Beatriz en plan kamikaze que, tras un intento de seguirlas y pillar a Bea cuesta arriba, decido dejar pasar y seguir con todos mis huesos en su sitio, que no me juego nada aquí, así que tranquilita. En el km11, antes de un ramal que, afortunadamente, y aunque se basa en un montón de horribles toboganes rompepiernas, tiene buen asfalto, nos paran en el cruce porque sale la ambulancia. Pues nada, ahora ya sí que no engancho ni p’atrás. Pues nada, a mi bolilla y más sola que la una. Y así fue, tanto los 14km del ramal como los 15km que quedaban al pueblo, de los cuales más de 5km volvían a ser de asfalto infumable y con unas cuestas importantes.
Llego a T2 con dudas de cómo me encontraré, porque apenas he podido comer medio gel en la bici, que no me entraba nada, y hacía un calor insoportable. Me bajo y pronto empiezo a notar que tengo buenas piernas, pero lo que no va nada bien es la espalda, que por dos veces me tuve que parar a estirar (ya el miércoles tuve que abandonar el entreno a la mitad por ese motivo). Pero no me preocupa. A la 4ª (Bea) veo que la llevo a 1km más o menos y la 6ª por detrás viene a casi 3km, así que no hay motivo para exprimirse, y más con la turra que hacía, que no tenía ni gota de ganas de sufrir de más (menos mal que los avituallamientos eran numerosísimos y las esponjas y los manguerazos te daban la vida). Así que al tran tran, a buen ritmito pero sin machacarse, llego a meta, en 5ª posición tras unos largos 2h42’ de carrera (y eso que la carrera a pie era muy corta, que me marcó 39’).
Después, a ver a los chicos (o a los que llegaron, porque hubo unos cuantos retirados y alguna que otra caída), donde Sergio llegó el 8º de la general y 4º de su grupo a pesar de los problemas con su cadena, los problemas previos a la carrera de un pinchazo en un tubular, las ampollas de las manos del traqueteo del camino de cabras ese y lo deshidratado que llegó a T2 (qué susto al verle con los labios blancos blancos, ufff), y donde todos los ecosportianos consiguieron su pase a Pulpí. ¡Enhorabuena!.
En resumen, que allí no me vuelven a ver el pelo a no ser que se decidan a asfaltar aquello, en cuyo caso, el tema pasaría de ser una emboscada vergonzosa y a un triatlón muy duro, pero triatlón al fin y al cabo y bastante bonito, las cosas como son.
Al menos el domingo lo aprovechamos para ver la ciudad y tostarnos un poquito más (lástima no haber tenido mucha suerte gastronómicamente hablando, pero al menos la compañía fue más que buena :-))