A veces imagino qué pensaría si grabara en vídeo una de mis semanas, lo que hago a lo largo de los días. Probablemente desde fuera alguien pensaría que todo es un estrés, pero a mí es precisamente ese estrés el que me relaja. Y es que es verdad que, además del deporte, hay muchas cosas relacionadas con el triatlón en mi vida que me ocupan más o menos tiempo, y es también lo que le da la sal al bistec triatlético.
Y una de estas cosas, como parte de mi labor como ecosportiana y como miembro de la Junta Directiva de Ecosport, es colaborar en la organización del duatlón Villa de Alcobendas. Para todo el club es una cita importantísima, para la que nos preparamos durante semanas para que quede todo bien atado. Este año además con el añadido de la responsabilidad que supone el querer hacerlo perfecto para hacer que Miguel, allí donde esté, se sintiera orgulloso de nosotros.


Cualquiera puede saber o intuir que organizar algo, por pequeño que sea, nunca es fácil. Está claro que nunca llueve a gusto de todos, pero tienes que intentar que la experiencia sea satisfactoria para la mayoría, organizando todo en detalle y capeando los imprevistos que ponen a prueba tu capacidad de improvisación. Y, para colmo, siempre existe algún desagradable que te toca las narices en algún momento delicado y hace incluso que se te pase por la cabeza la idea de que no merece la pena tanto esfuerzo, de que estarías mejor pedaleando por ahí como están haciendo la mayoría de tus “congéneres” en ese momento, sin tener ni media complicación. Pero sí, lo merece. Cuando lo consigues, cuando todo sale bien, cuando todo se llena de sonrisas y de gente disfrutando, sabes que merece la pena de todas todas. ¿Hay algo más bonito que regalar sonrisas?.


Así que os recomiendo a todos que colaboréis en la organización de alguna competición, o que os lancéis a organizar algo aunque sea a pequeña escala, primero por la satisfacción que da saber que estás colaborando en algo tan constructivo para nuestro deporte, porque solo a base de gente remando se llega a algún puerto, que si todos estuviéramos "de miranda" flotaríamos a la deriva y sin rumbo, y segundo porque hacerlo te da otra perspectiva y una visión de la que se aprenden muchísimas cosas, entre las que está el valorar mucho más las experiencias que vives y tener una visión mucho más positiva de las mismas.