Os mentiría si os dijera que a estas alturas no estamos ya tostadetes. Son muchos meses entrenando desde que empezamos a mediados de octubre del año pasado, muchas competiciones (14 exactamente) desde el primer duatlón el 7 de febrero y eso se nota, y más cuando mucha gente ya ha terminado sus temporadas y a nosotros aún nos quedan 8 semanas para terminar la nuestra. Claro que, por suerte, como este último microciclo está orientado a la LD, el cambio de filosofía y de manera de entrenar también nos sirve como motivación para seguir exprimiéndonos un poquito más.
Y, de cara a ponernos un poquito a punto para Sanabria, que casi legamos con “lo puesto” para Pulpí, esta semana no podíamos flojear, aunque comenzamos muy cansados por la competición, el viaje, el calor,… así que hasta mediados de semana no empezamos a espabilar un poco, pero aún con eso, hemos llegado casi a 14h de entrenamiento, que no está mal. Eso sí, fue gracias al achuchón del fin de semana, que empezó con un poco de piscinita el viernes con unas series de 200 alternado palas y crol en el que Sergio y yo nos íbamos turnando para las que fueran sin palas ir a rebufillo del otro con palas, así que se hizo durilla la cosa. Buena manera de clausurar la temporada de piscina veraniega de 50m al aire libre :-(. Y, para terminar la tarde y exprimiendo las horas de sol que ya empiezan a escasear, 78km con la cabra suavecitos y recordando posturas, que desde Pálmaces que la tenía cogiendo polvo…
El sábado, toda la mañana de reunión arreglando el mundo y, por la tarde, sesión dura dura de carrera a pie. 15km haciendo 5km a 5:10/km aproximadamente, otros 5km que hice en el circuito medido del parque en 23’ (a 4:36/km) en los que sufrí telita y los 5 últimos sin dormirme a unos 4:50/km aprox de los que llegué con las piernas hechas puré y una sudada tremenda.
Y apenas 12h después, con los gemelos tocadetes, llegaba el plato fuerte de la semana y una de estas pequeñas locuras que se convierten en pequeños placeres triatléticos porque, ¿qué mejor manera de trasladarse a Peñafiel, dispuestos a celebrar el cumpleaños de la abuela de Sergio, que encima de una bici?. Y es que, acostumbrados a salir y llegar al mismo sitio, esto de ciclar de un punto a otro hace que todo sea mucho más agradable. Eso sí, para no morir tampoco, salimos desde Cerceda en lugar de desde 3C, así que nos ahorramos unos 30km, que ya hubiera sido demasiado.
Así que a las 9h salimos desde Cerceda y comenzamos a subir y a subir hasta que llegamos ya “calentitos” al inicio del puerto de Navacerrada, en el que “pitamos nuestros juguetitos” y comenzamos un pequeño test en subida, tratando de hacerla a umbral. Y hay que ver lo duro que se me hizo… no conocía Navacerrada y sufrí de lo lindo (con “todo metido” prácticamente toda la subida), pero bueno, mantuve esas 170ppm los 37’ en 8km de subida y salió la cosa a 198w, que no sé si está bien o mal pero es lo que hay ;-). Fotito, manguitos y periódico al canto y a bajar las 7 revueltas, que el pobre Sergio casi lo pasó peor que subiendo jeje.
Cuando estábamos ya en San Ildefonso y pensé que aún nos quedaban casi 100km tuve claro que por la cuenta que nos traía, teníamos que ir tranquilitos. Por suerte las carreteras eran amplias, en buen estado y sin tráfico, el día era caluroso pero sin pasarse, las fuentes de los pueblos tienen agua fresca y clara (y menos mal, porque nos bebimos unos 5 bidones de 700ml) y, salvo el tramo hasta Turégano en el que pasamos algunas colinitas que hicieron pupa, el resto del camino era bastante llano (aunque tengo que admitir que pasados 100km ya voy pidiendo la hora), así que poco más tarde de las 14:00, tras 132km y 4h41’ pedaleando, llegamos a Peñafiel, cansados pero con una gran sonrisa y contentos de haber tenido el privilegio de poder hacer algo así.